¿Tiene usted tres minutos para hablar de… “Utena” y la posibilidad de revolucionar el mundo?
En su momento, “Utena” me alucinaba de esa forma fragmentaria en la que nos podían alucinar las cosas hace más de veinte años. La serie de anime me fascinaba de forma casi hipnótica, pero no pude verla entera porque aquellos tiempos eran rollo “si se te escapa un episodio cuando se emite por la tele, hasta nunqui, un besi” (o te comprabas el DVD y, por desgracia, uno de mis grandes defectos es que nunca he sido rica). También recuerdo haber comprado los primeros tomos del manga, pero creo que se los dejé a alguien y eso resultó ser otro gran “hasta nunqui, un besi”.
Total, que de “Utena” me alucinaba todo: la estética hiper-estilizada celebrando la afectación más rococó de las historias de príncipes y princesas, el rollo bollo de la protagonista con La Novia De la Rosa, los duelistas, los duelos, el vestuario, el dramón bigger than life, la mariconería, el castillo colgante… Y esa sensación que imperaba en los animes de la época (con “Evangelion” como mayor ejemplo) de no estar enterándote de absolutamente nada pero de no poder parar de meterte por el culo capítulo tras capítulo.
Sea como sea, aunque me alucinaba, nunca tuve la oportunidad de finalizar la serie en ninguno de sus dos formatos (manga o anime). Por lo que nunca acabé de encontrarle sentido al misterio que rodeaba a “Utena”… Hasta que, hace tan solo unos meses, Norma Editorial publicó una nueva edición definitiva en un cofre que incluye todo el cómic recopilado en dos tomos de tapa dura. Una edición que todavía no me había podido comprar (porque, repito, mi mayor defecto es ser pobre como una rata) pero que finalmente hice mía hace tan solo unas semanas.
¿El resultado? Que me la he leído en tiempo récord y he alucinado cosa seria con el fuertismo absoluto de este manga en el que Be-PaPas y Chiho Saito fueron mucho más revolucionarios de lo que creo que se les reconociera ni en su momento ni desde entonces. Porque otra cosa tengo que decir: cuando todos nos flipamos con “Utena”, fue por lo que quisimos ver como una apología al rollo bollo en tiempos en los que no abundaban las apologías al rollo bollo. Pero es que, visto con perspectiva, la serie fue mucho más allá e incluso se avanzó varios años a la lucha contra la normatividad de género y el pensamiento binario.
La trama no podría ser más clara al respecto. Utena Tenjo es una chica que ve súper normal asistir al instituto con un uniforme principesco masculino. Y es que, al fin y al cabo, vive obsesionada con su Príncipe de las Lágrimas: una aparición divina que la salvó de la muerte de pequeña y le inspiró a vivir con nobleza y determinación. En su nuevo instituto, la protagonista se ve envuelta en una serie de duelos que otorgan al vencedor no solo la posesión de La Novia De la Rosa (que es otra estudiante llamada Anthy), sino también el acceso directo al poder de Dios y, con él, a la posibilidad de revolucionar el mundo.
Entre los maximalismos misteriosos que repiten los personajes destaca la parábola de que el mundo es un huevo y nosotros somos el polluelo que, si no rompe el cascarón, nunca accederá a la verdadera vida. Esta metáfora directamente extraída del “Demian” de Herman Hesse no se anda con chiquitas a la hora de dejar claro que el mundo que vivimos está limitado y cercado por muros de contención que creemos sólidos pero que en verdad son ilusorios… Muros de contención que Utena romperá en su obsesión por convertirse ella misma en príncipe rescatador y huir del papel de princesa rescatada. Una obsesión a la que sumará la de liberar a Anthy de su papel de princesa de actitud pasiva que está totalmente resignada a pasar de mano a mano, muy en la línea de las fantasías principescas de los cuentos infantiles.
Una vez giré la última página del segundo tomo, lo tuve clarísimo: necesitamos resignificar esta serie y dejar de adorarla (solo) por su fuertismo… Porque, por encima del fuertismo, su invitación a que revolucionemos el mundo acabando con la normatividad y lo binario es más necesaria que nunca. Por favor, que “Utena” no caiga en el olvido y que pase de generación a generación.
¿Tiene usted más de tres minutos?
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