¿Tiene usted tres minutos para hablar de… enamorarse de una voz?
Estoy completamente enamorado de la voz de Gino Paoli. Específicamente, de la voz de Gino Paoli en “Il Cielo in una Stanza”, que no es la misma que la voz de Gino Paoli en otras canciones como “La Gatta” o “Sapore di Sale” por mucho que sí que sea similar a la de otros temas como “Senza Fine”, “Un Uomo Vivo” o “Anche Se”.
En los últimos tiempos, estoy haciendo algo que me parece interesante: le pido a ciertos amigos que me hagan playlists musicales que tengan que ver con sus lugares de procedencia. Una de las que más escucho pase el tiempo que pase es, de hecho, una selección de boleros y chatarritas que me hizo mi amigo La Angelo. Y, animado por este éxito, le pedí a un gran amigo italiano, La Sandi, que hiciera algo parecido pero con baladones italianos de esos que es escucharlos y te parten el alma en dos. El resultado es maravilloso, no lo voy a negar, pero ya en la primera escucha no pude evitar quedarme colgado en un loop absoluto con “Il Cielo in una Stanza”.
Poco a poco, fui decodificando el motivo de mi obsesión… La producción de la canción fue la vaselina perfecta porque, a quién voy a engañar, me pones una producción con vientos y violines y orquestación a lo Henry Mancini, Michel Legrand o Burt Bacharach e inmediatamente me pongo remolón. Luego está la letra de “Il Cielo in una Stanza”, ese típico rollo “cuando estamos juntos el mundo a nuestro alrededor se transforma en algo mágico” y paso de remolón a bizcochón.
Pero el Factor X que hizo que no pudiera parar de escuchar este tema en bucle fue la voz de Gino Paoli: es una voz sin alardes técnicos que, más que cantarte, te habla. Es una voz tirando a aguda que no imposta masculinidad y que no teme a mostrarse vulnerable, que es como tiene que mostrarse una voz cuando te dice que te quiere. Es una voz que quiere impresionarte lo justo porque, en verdad, lo que quiere es abrazarte con calidez y dulzura, que es la mejor forma de abrazarte antes de que por fin os quitéis la ropa. Es, en definitiva, la voz que quiero escuchar cada mañana al despertar para que me recuerde que el mundo está lleno de colores que vamos a explorar juntos.
Curiosamente, mucho después de enamorarme de la voz de Gino Paoli en esta canción, me decidí a buscar fotos del cantante e incluso algún vídeo… Y, mira, da igual, creo que he borrado su imagen completamente de mi cabeza porque, al final, con lo que quiero quedarme es con su voz y solo con su voz. Lo interesante es que no es la primera vez que me ocurre algo así.
La primera voz de la que me enamoré fue la de Neil Tennant en “Being Boring” de Pet Shop Boys porque, ahora que lo veo en perspectiva, siempre fui un niño enamoradizo de señores mayores cultos y snobs. Hace siglos me enamoré de Sam Beam en “Each Coming Night” de Iron & Wine porque a veces en una voz puedes ver perfectamente al hombre barbudo que quieres que te abrace por las noches antes de dormiros mientras te explica cómo fue su día. Años después me enamoré de James Murphy en el “Yeah” de LCD Soundsystem porque era la voz nasal y callejera que tendría el tipo de cabroncete barriobajero que quería que me sacara de fiesta y me pegara un meneo en la pista de baile de un club cochambroso. Y por aquella época me enamoré de Jeremy Greenspan en “Bellona” de los Junior Boys porque en su voz concentraba todo el misterio y la sensualidad y la oscuridad en la que quería explorar una sexualidad que, por aquel entonces, todavía permanecía inexplorada para mí.
Me enamoré de otras voces en otras canciones antes y después. Pero cada vez me pasa menos y, ahora que lo pienso, curiosamente, nunca me he enamorado de la voz de ningún hombre en la vida real. Pero es porque, tristemente, los hombres de mi vida real parecen ignorar el hecho de que, si su voz me gusta, basta con cantarme al oído cuando tengo los ojos cerrados para que les entregue mi amor de manera incondicional.
¿Tiene usted más de tres minutos?
Entonces puede interesarte…
Mi “Haciendo Scroll” de la semana pasada, que vino coquettón con Lana del Rey x Skims, las nominaciones a los Oscar 2024 y el bebé robot de Schiaparelli.
Esta entrevista con Fillas de Cassandra porque, ojo, Fillas de Cassandra son the next big thing.
Este artículo sobre las acusaciones a Carlos Vermut en el que Laura Barrachina dice las cosas tal y como son.
Las mejores pastelerías de Catalunya, porque ahora quiero visitarlas todas.
Esta semana, “¡Ay, La Caneli!” por un tubo, ya sea en este podcast especial sobre “Chicas Malas” o en este otro que le dedica a Gregg Araki.
La artisanal collection de Martin Margiela, porque es de llorar y todo.