¿Tiene usted tres minutos para hablar de… lo del “paga por el contenido o acepta nuestras cookies”?
Probablemente, en los últimos tiempos habrás caído en alguna página web que ha bloqueado el contenido que querías ver y te ha puesto delante de las narices un mensaje con dos opciones: pagar una suscripción para acceder al contenido de la web de forma totalmente libre o aceptar un paquete de cookies para navegar de forma gratuita. Más que probablemente, de hecho, no solo te habrás topado con este mensaje, sino con la polémica que ha desatado en redes sociales.
Antes de seguir, lo mejor será aclarar algunos conceptos. El primero de ellos son las susodichas “cookies”, los fragmentos de texto que una web aloja en tu navegador de forma transitoria o permanente y que le permiten recopilar y guardar información sobre tu visita. Esta información puede ser usada por el propio sitio para recordar tus preferencias o, aquí llega el momento temido, para que terceros accedan a cierta información con la que ofrecerte productos o servicios personalizados.
Otro concepto importante en esta reflexión es el de “contentpass”, que se refiere al método con el que un sitio web pone su contenido a tu disposición siempre que aceptes ciertas condiciones. Su versión extrema sería el “paywall”, que no admite condiciones y te obliga a pagar sí o sí para acceder al contenido.
¿Y por qué estoy dando la turra con esto en mi newsletter? Básicamente, porque me toca de cerca. Para empezar porque, además de hacer esta newsletter, cuidar mi trabajo de 8 horas al día, escribir colaboraciones para medios diversos, mantener mi sección semanal en la Rockdelux y dar clases, también edito un sitio web llamado fantasticmag.es que, a día de hoy, se mantiene por puro amor al arte. Amor mío. Y amor de los que siguen escribiendo en él.
Haciendo un resumen rapidito, resulta que, en su momento, intentamos hacer que fantasticmag.es funcionara de forma comercial. Pero, pese a un pequeño momento de esperanza, la situación de los medios se ha ido precarizando de tal forma que al final tuvimos que admitir que nunca sería posible. En los últimos años, muchas son las revistas de papel y los portales online que han tenido que cesar su actividad por imposibilidad de monetizar su trabajo (las marcas ya no invierten en webs, sino en influencers y similares) y por lo inconmensurable de la lucha contra las redes sociales (porque la gente quiere estar informada a través de su scroll infinito y cada vez le cuesta más salir de la red de turno para visitar una web en la que leer lo que sea).
Así que no es de extrañar que los pocos que van quedando tengan que recurrir a prácticas como el “contentpass” o el “paywall”. Algo que resulta del todo comprensible… Pero que ha desatado reacciones furibundas de usuarios airados que parecen creer que los medios de comunicación van a vender sus datos a las grandes corporaciones para que les controlen la vida (como si a Microsoft le interesara lo que desayunas o las noticias que miras, Jose Ramón) o que están privándoles de algo que les pertenece por derecho propio: el acceso gratuito a la información.
Lo que estos usuarios tan críticos no tienen en consideración es que, para que ellos accedan gratis a la información, alguien tiene que generarla de forma igualmente gratuita. E igual que Jose Ramón nunca trabajaría gratis, yo mismo no debería hacerlo… Pero, aun así, lo hago. Lo hago gustoso en esta newsletter, en fantasticmag.es y en alguna que otra colaboración.
Por lo que no paso, sin embargo, es porque Jose Ramón diga en redes que “por fin se destapa el negocio que siempre han movido los medios de comunicación” cuando se encuentra con un “contentpass”. Porque aquí no hay negocio alguno. Excepto el Monstruo de las Galletas, nadie vive de las “cookies”… Y mucho menos esos pequeños medios que están luchando para sobrevivir, para ofrecerte la información gratis y para seguir haciendo lo que les da la vida: traspasar su pasión para la cultura y la actualidad.
Al fin y al cabo, al final todos entendimos que la piratería no era buena porque los creadores de música, pelis, libros y series (entre muchas otras cosas) tenían derecho a cobrar por su trabajo. Así que, en vez de tirarnos de los pelos en redes sociales, ¿por qué no estamos luchando para crear un sistema en el que el contenido escrito se pague de forma justa y así aseguremos el futuro de la buena información?
¿Tiene usted más de tres minutos?
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