¿Tiene usted tres minutos para hablar de… “Querer Como Las Locas”, que es mejor que querer como los cuerdos?
Me acabo de leer el ensayo "Querer Como Las Locas" de Jesús Pascual... y no dejo de pensar que necesitamos querer más como las locas, que es infinitamente mejor que querer como los cuerdos.
“Escurrirse entre los absolutos, habitar las fisuras, tiene también un valor positivo. Un amor ilegítimo, sin leyes, también es un amor libre. Un amor que no deja de ser castigo, látigo; pero látigo de miel. Un amor, sobre todo, que no está condicionado por mapas ni azules de vena, por las normas y las estructuras del amor amor. El amor otro es una página en blanco en la que los amantes, «juntos, sin bandera», pueden escribir su propia canción.”
Este es el amor que Jesús Pascual describe en el estribillo final de su ensayo “Querer Como Las Locas”, que fue publicado por la Editorial Cántico en el pasado año 2023 pero que ha tardado mucho tiempo (¡demasiado!) en caer en mis manos. Al fin y al cabo, a día de hoy no puede interesarme más cualquier cosa que haga Pascual precisamente porque estamos hablando de la persona detrás de la joya titulada “¡Dolores Guapa!”, un documental que retrata un verdadero oxímoron dentro de la comunidad LGTBIQ+: el marica capillita y cofrade andaluz, religiosamente devoto y que incluso viste a las vírgenes.
De hecho, “Querer Como Las Locas” hereda a una de las protagonistas del mencionado documental: Antonio, la Palomita, de quien se recupera la totalidad de aquella entrevista para servir a un nuevo propósito. Y es que este ensayo se propone usar las coplas de Rafael de León para hacer un retrato de La Palomita como sinécdoque absoluta del mariquita andaluz. Dicho por el propio Pascual: “Quiero acercarme a Antonio, la Palomita, y a todas mis otras abuelas posibles; utilizar las letras de la copla como un yacimiento arqueológico del que poder desenterrar muestras de cómo sintieron, cómo amaron y cómo sufrieron muchos otros maricones que me preceden”.
Para ello, el ensayo se estructura en tres partes robadas a la copla: primera estrofa (en la que se habla del mariquita tradicionalmente aceptado en la sociedad andaluza de mediados del siglo XX por ser “´útil”, por destacar en ciertos trabajos para los que resulta de gran ayuda una persona que tenga a la vez la forma física del hombre y el buen gusto de la mujer), segunda estrofa (en la que se aborda la parte “inútil” del mariquita, aquella que no era productiva para la sociedad, el sexo y el amor que debía vivirse en la oscuridad y en el secreto, estableciendo un interesante paralelismo con una figura típica de la copla: la otra, la amante, la mujer-otra que en verdad es una mujer-no-mujer de la misma forma en la que el mariquita es un hombre-no-hombre) y estribillo.
Es en el estribillo final, sin embargo, donde Pascual celebra el hecho de que, incluso en un ecosistema decidido a anular e invisibilizar al homosexual (y a la mujer-otra), existiera la posibilidad de que el amor se filtrara por las grietas de las convenciones para sembrar la semilla de la que debía crecer la más bella flor. Es el caso, por ejemplo, de la Palomita y su Joaquín, un hombre-macho (en contraposición con el mariquita) que fue su pareja durante casi toda la vida.
Leyendo el ensayo de Jesús Pascual, te das cuenta de que la relación de la Palomita y Joaquín duró muchísimo más de lo que duran las parejas en estos tiempos de Tinder porque se fundamentó en la forma de querer de las locas, libre, sin preconcepciones, creando sus propias normas precisamente por operar fuera de lo normal. Porque, en aquellos tiempos, había que estar muy loca para decidir construir tu vida junto a otro hombre sabiendo que la sociedad nunca te refrendaría en la normalidad y que solo te ofrecería migajas de tolerancia, nunca de aceptación ni respeto.
Ahí está la belleza de la identificación que siempre ha existido del maricón como “loca”. Porque, visto el panorama que la comunidad LGTBIQ+ se veía forzada a habitar hasta hace escasas décadas, no es de extrañar que decidieran apostarlo todo a la locura como herramienta con la que despegarse de la realidad y con la que, fantasía mediante, adornar con colores una existencia que los demás habían decidido que debía ser negra, a oscuras, allá donde no alcanza el ojo de la sociedad.
Llegados a este punto, sin embargo, no puedo evitar pensar que son los tiempos los que definen qué significa locura y qué significa cordura. Y que lo que ayer era cordura (tener una pareja para toda la vida) es hoy pura locura. A día de hoy, hay que estar bien loca para lanzarse a los brazos de otra persona con las defensas bajadas y con la esperanza por bandera. Hay que estar loquísima para pensar en una relación seria cuando las notificaciones de las apps de tu móvil no paran de recordarte que tu príncipe azul seguro que está ahí, escondido entre tus matches. Hay que estar jodidamente loca para darle oportunidades a alguien que no te convence después de una primera cita porque, oye, red flags y tal.
Pero la verdad es que ya no sé… A lo mejor deberíamos estar todas un poquito más locas y, sobre todo, querer más como las locas. Porque, ahora que nuestro amor ya es legítimo y no está castigado con látigo de miel ni de ningún otro tipo, deberíamos seguir apostando por lo que Pascual decía en la segunda parte del párrafo que abre esta newsletter: el amor como “una página en blanco en la que los amantes, «juntos, sin bandera», pueden escribir su propia canción”. Pero para escribir una canción hay que ponerle ganas y se necesita tiempo. Recordémoslo, locas mías.
¿Tiene usted más de tres minutos?
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