¿Tiene usted tres minutos para hablar de… bailar como Lady Gaga en el vídeo de “Die With a Smile”?
¿Has visto cómo baila Lady Gaga en el vídeo de "Die With a Smile" junto a Bruno Mars? Pues esa forma de bailar es tal y como yo quiero vivir a partir de ahora.
Muchas cosas han ocurrido en verano mientras esta newsletter estaba de vacaciones. Cosas que, de repente, hacían que me removiera de impaciencia al sopesar con fuerza la posibilidad de ignorar mi buen propósito de descansar durante un par de meses y ponerme a escribir aunque fuera una entrega especial. Algunas de esas cosas están en una lista en mi teléfono y puede que tarde o temprano acaben aterrizando en esta newsletter. Pero hay una de ellas que, desde que me atravesó la cabeza (y el corazón), supe que tenía que ser la protagonista de la rentrée.
Al lío: a mediados de agosto, Lady Gaga y Bruno Mars publicaron una canción titulada “Die With a Smile” que decidí ignorar por completo porque ni una ni otro son santos de mi devoción. Pero, al final, por puro interés periodístico, terminé por darle una oportunidad… y acabé absorbido por un bucle de una semana en la que solo podía escuchar esta canción una y otra vez. Y ver el videoclip una y otra vez.
Que conste en acta que esta newsletter no va de esta canción, por mucho que sea una balada pluscuamperfecta como hacía tiempo que no escuchaba. Una especie de Lee Hazlewood y Nancy Sinatra extrapolados a la era de Adele. Pero es que, más allá de mi fascinación por esta composición, en el videoclip hay otra cosa que me fascina por igual: la manera en la que Lady Gaga se arranca a bailar exactamente en el minuto 2:50, justo cuando un puente de tranquilidad te conduce hacia una explosión de esas que te hacen sentir que el corazón se te queda chico, que es demasiado pequeño para albergar tanto sentimiento.
No puedo dejar de ver ese momento del videoclip continuamente en repeat y de preguntarme lo que voy a preguntarte a ti ahora mismo: ¿cuándo fue la última vez que bailaste como baila Lady Gaga aquí, con tanta libertad, sin importar el mundo a tu alrededor ni cómo te van a percibir las personas que te rodean?
En mi caso, la respuesta es complicada. Será porque también tengo una relación complicada con lo de bailar: me encanta, lo adoro, bailo a todas horas, a veces dejo de trabajar o de cocinar para bailar una canción que se me atraviesa, en ocasiones me descubro bailando en el gym mientras entreno, las mejores noches de club de mi vida son aquellas en las que he bailado por encima de mis posibilidades, incluso me he pegado unos pasecitos en el metro al son de mis auriculares de camino a algún sitio de fiesta… Y, sin embargo, aunque en la intimidad de mi casa bailo sin vergüenza alguna, cuando estoy fuera, se me pasa la locura transitoria y noto que alguien me está mirando, me corto inmediatamente.
Al pensar en esto, siempre recuerdo que mi ex Jose me explicaba que había asistido a algunas clases de baile como expresión corporal y que le cambiaron un poco no solo la relación con su propio cuerpo, sino también la relación con la vida. Desde que me lo explicó, pienso muchas veces en hacer algo parecido… Aunque solo sea para desbloquear la castrante autoconciencia que me condena al movimiento repetitivo en el club y que me impide bailar como a veces veo que algunas personas bailan en redes sociales: con pasos, con rutinas, usando el cuerpo para expresar lo que ocurre dentro de la cabeza sin importar quién mire. Con libertad. Como Lady Gaga en “Die With a Smile”.
Además, es que otra cosa te digo (porque esto no sería mi newsletter sin un apunte de este tipo): siempre he pensado que una persona folla como baila. Si quieres saber cómo folla alguien, mira como baila. Este método nunca me ha fallado. Y odio pensar que, viéndome bailar en cualquier club random, alguien pueda pensar que en la cama soy una persona aburrida, inflexible y proclive a repetir el mismo truco una y otra vez. Porque no soy así. O, por lo menos, no quiero serlo.
¿Y por qué estoy escribiendo esto? Porque este mes de septiembre marca un gran cambio en mi vida. Bueno, no en mi vida personal, pero sí en la vida del Raül periodista. He hecho ciertos cambios en mi existencia que me permitan una mayor flexibilidad, una mejor capacidad para moverme con libertad y lanzarme a por piezas y formatos que me saquen de mi zona de confort. Esta newsletter fue un primer paso, una avanzadilla hacia una nueva temporada en la que, haga lo que haga, voy a intentar hacerlo como Lady Gaga baila en “Die With a Smile”: con libertad y sin pensar en los ojos que puedan estar mirando. Este es el espíritu.
¿Tiene usted más de tres minutos?
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Me ha encantado el post, Raül. También me había resistido a escuchar la canción y ver el videoclip, pero lo he hecho por curiosidad después de leer tu post y es verdad que el baile es adictivo. ¡Nos leemos! :)