¿Tiene usted tres minutos para hablar de… el amor que es un rayo de luz indirecta?
Una de mis cosas favoritas ahora mismo en el mundo entero son los textos que Juan Sanguino publica en Jenesaispop después de cada gala de la nueva edición de “Operación Triunfo”. Y puede que estos textos me estén gustando especialmente por lo que tienen de crónica del amor entre dos de los concursantes, Martin y Juanjo, en los que la audiencia al completo ha querido ver una especie de “Heartstopper” a la española… Al fin y al cabo, es imposible no soltar una lagrimita al contemplar cómo dos chavales tan jóvenes se entregan a sus sentimientos en un espacio, la televisión, en el que esto hubiera sido impensable hace veinte años.
Pero ahora es posible. Y por eso mismo su historia de amor resulta tan emocionante y emotiva. Sobre todo, para espectadores que rondan mi edad. Porque, tal y como afirma Sanguino (y, mira, si alguien lo ha escrito mejor que tú antes, limítate a parafrasearle), “Martin y Juanjo están en una edad en la que creen que eso de ponerse nervioso ante el chico que te gusta es algo que les va a ocurrir constantemente. No es cierto. Solo ocurre una vez. La primera vez”.
Curiosamente, el amor ha sido una constante en mi tránsito del 2023 al 2024. Esta relación amorosa en “Operación Triunfo” florecía lentamente justamente cuando Confeti de Odio lanzaba una versión de “El Amor” de Massiel. Voy a obviar aquí que este mismo temazo fue tristemente desperdiciado por “El Cuerpo en Llamas” y voy a centrarme en el hecho de que, de repente, y como a veces ocurre cuando alguien versiona un tema que ha estado ahí toda tu vida pero al que no le has prestado demasiada atención, la nueva versión ha servido para destapar una obsesión doble que ha conducido al inevitable sobreanálisis.
Imagíname. Cuando “El Amor” me pegó el primer latigazo (y, sí, sé que esta frase tiene su gracia), le envié la canción a mi madre como siempre hago con las canciones que recuerdo haber escuchado en mi infancia, en su cocina o en nuestra casa. Su respuesta fue sorprendente: resulta que odia el tema en cuestión porque no soporta que Massiel la cante como (según ella) una amargada. Entonces, obviamente, me puse a darle la chapa con que solo se está quedando con la mitad de la canción y que, precisamente en eso, en la dualidad, está lo tremendo de la composición original de Rafael Perez Botija.
Tanto la canción de Massiel como la versión de Confeti de Odio están divididas en dos mitades perfectas, sin estribillos ni puentes ni ningún tipo de patrón clásico, tan solo un doble crescendo que es el amor en sí mismo: primero se deja ensalzar por las bondades del amor correspondido para, a la mitad, caer en picado e iniciar otro ascenso impulsado por las llamas de un amor truncado que ya no te da la vida, sino que ta la quita… Por lo menos hasta que llega ese momento en el que ya no puedes más pero el amor, “de pronto, se para y te ve y se apiada”.
Muero.
Porque, además, para acabar de cuadrar este círculo, el cambio de año también nos ha traído “Fallen Leaves”. Y resulta que la nueva película de Aki Kaurismäki es una ficción a lo Charles Chaplin (en serio, podría ser muda y conservaría toda su expresividad) que celebra el amor como el milagro que verdaderamente es. El film no esconde que tenemos el mundo en contra, que siempre hay guerra en algún lugar y que todo lo que pueda salir mal saldrá mal. Pero también es una preciosa constatación de que, si el amor está para ti, te acabará encontrando por encima de cualquier adversidad. Lo único que debes hacer es poner un poco de empeño.
Y ahí quería ir a parar. A que habrá quien haya arrancado el 2024 dejándose llevar por toda la oscuridad que nos rodea… Que no es poca. Pero yo he decidido que no, que voy a hacer caso a las señales y que, por lo tanto, voy a creer que, si el año se ha abierto con tanto amor, eso solo puede significar que va a ser un año especialmente amoroso. O es que, ante semejante panorama, ¿eres capaz de no sentirte in the mood for love? (Y, vale, ya paro con los clichés.)
¿Tiene usted más de tres minutos?
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