¿Tiene usted tres minutos para hablar de… “Houdini” de Dua Lipa y el momento “Matrix”?
El sábado por la mañana, fui a hacer la compra con el “Houdini” de Dua Lipa sonando en mis auriculares. Esto viene a significar, para ser más exactos, que llevaba la canción puesta en repeat de la misma forma en la que el día anterior hice mi entrenamiento de viernes en el gimnasio con este bucle como banda sonora hasta que me tuve que decir a mí mismo: “Un consejo te voy a dar, Raüla: para de actuar como estás actuando”. A lo Mila.
Estoy enganchadísimo a este temazo precisamente porque, al llegar al minuto 2:13, la canción queda suspendida en el aire en un instante de éxtasis minúsculo antes de que el eco de la voz de la artista flote ingrávido por encima de la nube de placer blanco que son esos sintes a lo Tame Impala. ¿Qué ocurre? El tiempo se ralentiza a tu alrededor en una cámara lenta que no es más que tu cuerpo intentando adaptarse a lo que está ocurriendo en tus oídos. El videoclip, por cierto, subraya este efecto con un conjunto de flashazos con Dua Lipa bailando en medio de un grupo de cuerpos sudorosos justo antes de que estos cuerpos hagan piña y la levanten en volandas, haciéndola flotar. Literalmente.
Esto, obviamente, tiene su translación al mundo real… En mi caso, me descubrí varias veces deslizándome por el suelo de Casa Ametller mientras mis manos hacían movimientos dramáticos sobre castañas y boniatos para adaptarse a ese momento particularmente dramático de “Houdini”. De la misma forma, el día anterior en el gimnasio, marcaba la llegada de este instante de ingravidez musical dando golpes de cabeza al acabar una serie de mancuernas sentado en banca como si tuviera yo una melena destinada a flotar extasiada en el aire como el nuevo pelo rojo de Dua Lipa. No pasa nada. Hace mucho tiempo que perdí la vergüenza en esto de darme cuenta de que me he dejado llevar por la música en mis oídos y me he puesto a cantar o bailar en el súper, en el gimnasio, en el metro, en la oficina o en la sala de espera del médico.
Si te gusta la música y sueles escucharla en auriculares fuera de casa, sabes de lo que estoy hablando. Sabes que escuchar canciones que te flipan cuando estás en la calle es altamente peligroso porque te desconectan de la realidad y te conectan con tu realidad, que puede no tener mucho que ver con lo que está sucediendo a tu alrededor. Sabes que no hay nada mejor en el mundo que ir andando mientras protagonizas un videoclip de pura fantasía que solo existe en tu cabeza pero que es la envidia de Beyoncé. Tal cual.
Es entonces cuando agradezco canciones como “Houdini” y lo que yo suelo llamar el momento “Matrix”: ese plot twist (sí, porque la música también es narrativa) que dobla el tiempo y el espacio en una canción, que cambia la paleta de colores en tu entorno, que hace que a tu alrededor aparezcan mágicamente una máquina de humo y un estrobo… En definitiva que hace que el mundo con el que estás en contacto se mueva en slow motion y que te permite respirar, moverte, bailar a una velocidad diferente de la de aquellos que te rodean.
Ese es el momento “Matrix” que Dua Lipa (y Kevin Parker, de ahí el sonido Tame Impala) consiguen en “Houdini”. No es algo nuevo. El puente de “Break My Heart” ya era un poco así. Pero es que los ejemplos de este efecto abundan en la música que me suele enganchar… No voy a hacer una playlist, pero ahí están Caribou, Jamie xx, Fred Again.. o Guille Milkyway a la producción, además del mil por cien de las divas pop que saben que tienen en este recurso su mejor aliado para hacernos levitar.
¿El problema? Que, ahora, como “Houdini” suene en una noche de club y no tenga a mi alrededor una piña de crushes buenorros que me levanten por encima de sus cabezas y me hagan sentir que la gravedad no existe, va a ser una decepción total. Pero, bueno, ya estoy acostumbrado. El mundo real nunca es tan bonito como cuando llevo los auriculares puestos.
¿Tiene usted más de tres minutos?
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