¿Tiene usted tres minutos para hablar de… “En Agosto Nos Vemos” y el espacio para uno mismo?
“En Agosto Nos Vemos” está protagonizado por Ana Magdalena Bach, una mujer de mediana edad felizmente casada que, cada mes de agosto, toma un transbordador hacia una isla en la que visita la tumba de su madre. Es un viaje que realiza completamente sola, con la única compañía de sus libros y de la música caribeña que flota en el ambiente isleño. Una noche, sin embargo, se deja llevar por una aventura inesperada que le llevará a los brazos de un hombre y, a su vez, los brazos de este hombre la llevarán a una cama en la que consumar el deseo mutuo.
Inicialmente, ese escarceo no altera para nada su vida. La relación con su marido no se resiente y sigue viviendo una plenitud tanto romántica como sexual. Sus hijos siguen haciendo su vida cada vez más lejos del nido… Pero, un año después de aquella aventura, Ana Magdalena Bach vuelve a la isla y, esta vez de forma un poco más deliberada, acaba gozando una segunda aventura que asentará las bases para una tradición que, a partir de ese momento, buscará repetir en futuros años. Y, ahora sí, su vida irá transformándose poco a poco.
“En Agosto Nos Vemos”, por cierto, es el libro póstumo de Gabriel García Márquez que Random House acaba de publicar en nuestro país. Una especie de regalo para los fans del Premio Nobel que, como yo, quedarán inmediatamente atrapados en esas redes de lenguaje que solo él sabe tender con elegancia usando hilos de colores vívidos y sensaciones intensas. Una novelita de tamaño reducido que, sin embargo, contiene todo el sabor de la mejor literatura del autor. Es como dar un mordisquito a una fruta tropical que adoraste en el pasado y que sabes que no volverás a morder en el futuro.
Pero lo más interesante de “En Agosto Nos Vemos” no es el goce melancólico del pasado ni la fustigante frustración del posible futuro. A mi parecer, lo más interesante es que, antes de morir, un Gabriel García Márquez de 80 años fuera capaz de escribir un libro que hablara tan en presente aquí y ahora, en un momento histórico en el que los hábitos de consumo del turbo-capitalismo y las redes sociales han erosionado, quebrado, desmembrado y reconfigurado las formas y siluetas de nuestros afectos.
Ahora viene cuando pido permiso para hablar de mí mismo… Al fin y al cabo, mucho antes de que el léxico de las parejas abiertas se introdujera en el vocabulario popular, siempre había repetido lo mismo a todo aquel que quisiera escucharme: no entiendo a esas parejas que lo hacen todo juntos y que parece que no pasan separados ni un segundo de su existencia . En mi caso, siempre que he tenido pareja, no solo he necesitado tener un espacio (físico, mental y temporal) propio en el que hacer mis cosas, explorar y crecer, sino que también he necesitado que mi pareja haga exactamente lo mismo.
Dicho de otra forma: si no te vas por ahí con tus amigos, vives, te entregas a tus propias curiosidades y aprendes cosas nuevas, ¿qué coño me vas a explicar cuando nos juntemos después de trabajar? Si nos pasamos todo el santo día pegados y lo sabemos todo el uno del otro, ¿de qué carajo vamos a hablar a la hora de la cena?
Esa es precisamente la filosofía a la que apela Gabriel García Márquez en “En Agosto Nos Vemos” al señalar que la felicidad sostenida del matrimonio de Ana Magdalena Bach no es más que una ilusión que empieza a verse perturbada en el momento en el que la protagonista encuentra un espacio en el que ser ella misma. De forma lenta pero inexorable, esa necesidad de exploración irá llegando a tierra firme desde la isla, haciendo temblar los cimientos de lo que parecía un matrimonio inquebrantable.
Por suerte, la protagonista acabará haciendo lo más sensato: coger los huesos de madre y llevarlos a su ciudad para no volver más. Poner fin a sus exploraciones isleñas a espaldas de todo el mundo y no esconderse más. O dicho de otra forma: dejar de ocultarle a su marido que necesita un espacio para ella misma. Ese mismo espacio que todos necesitamos. Ese espacio que, si alguien te niega y no entiende que necesites, mejor aléjate como alma que lleva el diablo.
¿Tiene usted más de tres minutos?
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